Si has empezado a pescar con mosca ya en el siglo XXI, muchas de las cosas que voy a decir te van a sonar a ciencia ficción.
Pero es que nos hemos vuelto tan gilipollas, perdón, tiquismiquis, con el tema de los equipos, que creo que puede ser interesante traer de vuelta algunos recuerdos.
Vamos a ver. Cuando empezamos a pescar todos los de las generaciones a las que nos tocó la mili obligatoria, lo normal era pescar con una caña de 9' línea 5, que era la que valía para todo: seca, ninfa, streamer y lo que fuera.
Además, con dos cojones, no éramos ni uno ni dos los que usábamos con la 9' línea 5 una línea Robinson AA, que nunca las llegué a pesar, pero por el peso de los nueve primeros metros no me extrañaría que fuese equivalente a una línea del 1.
Si no te suena nada de lo que estoy diciendo, las Robinson eran unas líneas de imitación a las de seda sin ningún tipo de perfil, o sea, paralelas, y que venían etiquetadas como AA, A, B, C y creo recordar que llegaba hasta la D, de más fina a más gruesa.
Una C con una caña del 4, incluso del 5, todavía tendría un pase. Una AA con esas cañas era un disparate.
Pero nos habían contado rollos de la flotación por capilaridad, pescar fino y discreto, truchas selectivas y no sé cuántas milongas más, y como éramos humanos prehistóricos sin acceso a internet ni mierdas de esas, tragábamos con todo.
Le metías delante el bajo de seda de Thebault que medía como metro y algo y después unos tramos de nylon y a pescar.
Y si hacía viento, le metías doble ración de grasa al bajo para que cogiese bien de peso y se posase todo bien estirado como era debido. O alguno incluso le metía un trozo de bajo trenzado hundido para que hubiese más peso y aquello se estirase bien.
Por eso, en mi caso, cuando me encuentro con todas esas gilipolleces del balance caña/carrete, que si tiene que pesar el carrete tres gramos más para estar equilibrado con la caña o si le saco tres trozos de plástico al Vivarelli para que pese cuatro gramos menos, no me queda otra que poner cara de intenso espanto, echar las manos a la cabeza y pedir al Señor que me lleve ya.
Luego pienso que con la AA, el bajo Thebault y la caña de línea 5 saqué reos en el Cares que no han vuelto a ver mis ojos, y me convenzo todavía más de que nos estamos volviendo cada vez más idiotas. Perdón, tiquismiquis.
Pero bueno, siempre ha sido muy entretenido enredar con los juguetes, así que pasar de jugar con los Playmobil, al kit Yasuni y luego con los equipos de pesca ya hasta la muerte, seguramente sea un camino bastante habitual, al menos para los que más o menos son de mi misma generación.
No te digo nada los que tocamos algún instrumento musical, que entonces tenemos dos vías de agua económicas para poder enredar con juguetitos nuevos cada cierto tiempo.
Ojo, no critico lo de los juguetes nuevos. De hecho tengo por ahí publicado un artículo defendiendo el sano vicio de renovar el equipo cada cierto tiempo siempre que la economía, el tiempo y demás circunstancias vitales te lo permitan.
Pero de ahí a volverse loco con equilibrios dudosos hay cierta distancia que en mi caso ya estoy muy anticuado y algo cansado para preocuparme de recorrerla.
Además, mi éxito en la pesca ya hace tiempo que depende de las gafas. Cada año que me hago gafas nuevas para la temporada soy Pascal Cognard. Los siguientes años, cuando las gafas ya no tienen la graduación actualizada, soy el Marqués de Hormigalada.
De modo que ya me han cogido algo mayor, cansado y medio cegarato como para creerme que con tal caña, tal línea, tal curso o tal mosca voy a pescar diez veces más de lo que pesco.
Y para que se entienda bien, voy a poner como ejemplo otra modalidad de pesca que nunca me había interesado demasiado y que desde hace un tiempo ocupa la mayor parte de mis salidas: la pesca del black bass.
Como aficionado recién llegado a esa modalidad de pesca podría haber caído en la trampa de comprar seis cañas de casting con sus seis carretes correspondientes y sus seis líneas, una para cranckbaits, otra para swimbaits, otra para flipping, otra para jigs, otra para jerkbaits… Luego un par de cañas de spinning, una para finesse y otra medium heavy. Once mil euros en señuelos blandos y duros... Ya sabes cómo va.
Pero como todo esto ya me lo conozco, antes siquiera de dedicar una sola jornada a la pesca de dicho pez, me vi unas cincuenta horas de vídeos y me leí unos doscientos artículos, de tal forma que llegué a la siguiente conclusión: Si yo ya sé pescar a spinning, porque me apasionan el rockfishing, el ajing y el darting, y lo que me gusta es la pesca ultraligera, para el caso del black bass únicamente me voy a dedicar a la pesca finesse. Y como carretes ya tenía y líneas también, no tuve más que comprar una caña de spinning médium light de 7’1” y unos pocos señuelos para poder hacer algún montaje tipo wacky, neko, carolina o Texas muy ligero, y patear orilla buscando los peces que no están en zonas muy profundas para pescar todo lo cerca que sea posible, lanzando a poder ser junto a la orilla, que por lo que vi y leí es una parte de esta pesca que la mayoría de los pescadores ignoran.
Así, con toda la información previa y teniendo en cuenta mis gustos, con una pequeña inversión en equipo he podido obtener un gran retorno en entretenimiento.
Y como actuar así es lo que me parece más cabal, será lo que siga intentando hacer. Porque no se trata de estar a la última, sino de estar a lo que resulte más divertido y más práctico para mí.