En el primer artículo de esta serie de "Moscas en el río" hablaba de una mosca seca, un
peudobarón, así que para el segundo artículo de la serie, creo que lo justo es que hablemos de una ninfa.
En el caso de que no sepas de qué va y no te apetezca ver el otro artículo, te lo cuento resumido: en esta serie de artículos hablaré de montajes concretos que se ganaron un lugar especial en la caja por haberme dado un muy buen día de pesca, y porque después lo confirmaron en muchos otros días.
Si no recuerdo mal ya había publicado un artículo sobre las
ninfas de faisán, que casi diría que son mis ninfas favoritas, por encima de cualquier otra ninfa, pero hoy voy a hablar de un patrón en concreto dentro de las muchas variantes que existen para las ninfas de faisán.
Y me gusta hablar de este patrón porque como sucede muchas veces, es un montaje que me dio un resultado excepcional en unas condiciones complejas, a pesar de que a priori el montaje tiene varias cosas que no me gustan.
Pero antes de hablar del montaje, vamos a ponernos en situación.
Después de haberme mudado a Madrid llegó el primer verano en el que me tocaba volver a pasar unos días con la familia en Asturias.
Pasar de salir al río casi a diario aunque fuese un par de horitas, a ir un par de veces al mes, fue un pequeño shock que me costó asimilar.
No sé si ahora ya me he acostumbrado, pero diría que disfruto más las salidas de pesca y que en este momento de la vida me daría una pereza tremenda salir todos los días al río y tener que andar limpiando wader, botas, cañas y demás cada día al llegar.
Pero bueno, te puedes imaginar con el mono de río que volvía a Asturias aquella primera vez... Llegamos un día por la noche, con el tiempo justo para saludar a la familia, cenar algo y a la cama, que al día siguiente a las 6:30 ya estaba aparcando en Mieres a la altura de la estación del tren. ¿O es el apeadero?
En fin, junto al puente que marca el límite superior del tramo libre sin muerte y el límite inferior del coto sin muerte.
Ni siquiera había amanecido así que mismamente dentro del coche y aprovechando la luz del techo até lo que después sería mi terminal a un caenis del 26 y dejé todo cuidadosamente en el salpicadero para salir a cambiarme, montar caña, carrete y bajo y anudar el terminal con la mosca para bajar al río.
Y al salir del coche: el desastre.
Me había parecido que iba el río un poco alto al verlo desde el desvío de la autovía, pero lo que no había visto desde el coche es que además de estar un poco alto, bajaba una chocolatada tremenda.
La ilusión de pescar el amanecer a seca con los caenis a tomar por culo. Menos mal que llevaba la Aqua de 10' en el maletero y el carrete con el hilo, por lo menos para intentar salvar el día.
Por suerte el río estaba más revuelto que alto, así que podía vadearse sin ningún problema y llegar casi hasta el mismo borde de los oxigenadores.
Ante esta situación opté por atar dos ninfas que creía que me podrían ir bien: una imitación de "maravayu" que siempre me había funcionado muy bien en el coto de Mieres y una San Juan Worm que solía utilizar con el río revuelto.
Mi táctica en Mieres en estas condiciones del río es muy sencilla: pescar la caída de cada oxigenador con las ninfas tratando de mover los buenos peces que siempre andan por ahí. Empiezo por una orilla y voy pescando todo el ancho del río hasta llegar a la otra orilla, y de ahí subir al siguiente oxigenador y repetir la maniobra.
Del primer oxigenador salí librando el bolo casi de milagro, con una truchita minúscula que se clavó sola.
"Al menos he librado el bolo, pensé".
También pensé que para el siguiente oxigenador mejor meter un poco más de peso, así que quité las dos ninfas que había puesto y metí un perdigón tipo candela en un 14 y una ninfa de faisán en anzuelo jig, con un tag naranja flúor y bola dorada, además de algún detalle extra del que hablaremos después.
En el segundo oxigenador, con estas dos ninfas, pero sobre todo con la de faisán, que me dio el 90% de las truchas, creo que he tenido los mejores 70 minutos de pesca a ninfa de mi vida.
Decían que Mieres estaba acabado, que ya no era lo que fue, que no quedaba una trucha, que los cormoranes habían acabado con todo...
Pues en esos 60-70 minutos pude llevar a la sacadera once truchas por encima de los 40 cm (un par de más de 50) y media docena más de entre 30 y 40 cm, aparte de alguna más de pequeño tamaño que ya bajaba la caña para ver si aflojando la tensión se soltaban solas, y tratar de evitar así cualquier posible enredo de las ninfas en la sacadera.
Nunca había pescado un número similar de truchas de ese tamaño medio en ese tiempo y simplemente pescando los 25-30 metros de ancho del río, cruzando de un lado a otro.
Con un doblete incluido.
Uno de esos días para recordar. Y no solo por la pesca, sino porque ese día fue el último día que hice fotos a algún pez.
De las fotos ya he hablado en otro artículo, pero recuerdo perfectamente las dificultades para hacer una foto medio decente al mejor pez del día y la sensación de "como no la devuelva ya, la voy a matar".
A partir de ahí las fotos de los peces se acabaron.
Pero volviendo a lo que creo que más te puede interesar y dejando aparte cuestiones ético filosóficas relacionadas con las fotos de los peces, la ninfa de faisán que me proporcionó esa increíble jornada de pesca de apenas dos horas, se monta así:
Anzuelo jig 14
Tag Glo Brite 05
Cuerpo faisán natural.
Brinca cobre.
Falso hackle de cdc natural y ice dubbing color pheasant tail.
Tórax en spectra 45 o ardilla.
Desde ese día, hasta hoy, si el río baja ligeramente turbio, turbio o muy turbio, esta ninfa es la primera que ato al terminal: