Como niño que pasó buena parte de su infancia en un ambiente rural, no puedo recordar la cantidad de veces que he escuchado, refiriéndose a los lobos, que son un animal asesino, sanguinario y maligno porque mata mucho más de lo que es capaz de comer.
Visto en perspectiva, con el paso de los años, resulta cuando menos curioso que muchos a los que escuché hablar así de los lobos, podríamos meterles en su misma categoría, ya que cuando iban al río no les importaban tallas ni cupos, sino simplemente llenar la nevera de truchas, o el congelador los que de aquella tuviesen uno en casa. O en la cuadra, que era un destino habitual de los congeladores.
Es cosa admitida por la mayor parte de los antropólogos actuales que la única forma de que una sociedad sea igualitaria es eliminando la posibilidad de acumular excedentes.
Y el caso es que, todos aquellos que acumulaban excendetes entonces, y que siguen acumulándolos ahora, o lamentándose por no poder acumular tanto como les gustaría por no arriesgarse a llevarse puesto un multón, son los que acusan a los demás de querer el río para ellos solos cuando se propone que la pesca sea 100% sin muerte.
Quieren ser al mismo tiempo los lobos, los corderos y el pastor.
¿Qué podemos hacer con esta gente?
No se trata de que su pensamiento no esté lo suficientemente evolucionado y sea acorde a los tiempos que vivimos. Se trata de que prefieren acabar con todo pez que haya en el río antes de ver que la pesca sin muerte sea el principal método de regulación de la pesca en la inmensa mayoría de los cauces fluviales.
Tampoco se puede esperar demasiado del común de los mortales cuando tenemos por ahí a políticos diciendo tan tranquilos que ya está bien de derrochar el agua de los ríos dejando que fluya hacia el mar. No es broma. De verdad que has habido varios que lo han dicho. Y creo recordar que casi todos del mismo partido, así que me imagino que será argumentario.
O dispuestos a trasvasar toda el agua que sea necesaria de una cuenca a otra para seguir manteniendo cultivos de regadío en tierras que son de secano.
Y habrá pescadores que voten a políticos que así piensan.
Pero bueno, eso es otro cantar. De incongruencias está el mundo lleno.
El caso es que en muchos sitios, entre que cada vez llueve menos y que los que son lobo, cordero y pastor al mismo tiempo, siguen metiendo presión, hay muchas administraciones que no se atreven a dar el paso necesario que impida que se puedan seguir sacando peces del río.
Y lo peor de todo es la impotencia que se siente sabiendo que nada se puede hacer al respecto.
A veces acaba uno pensando que lo mejor ya sería mandarlo todo al carajo y que hagan como en Austria o Eslovenia, que siembren los ríos con todo tipo de peces de cualquier especie, origen y condición y a tomar por culo.
Luego podríamos hacer fotos de ejemplares híbridos que quedarían de puta madre en Instagram.
Aunque luego pase esa locura transitoria y uno vuelva a ser cabal.
El salmón es el caso más paradigmático. Están dispuestos a terminar con todo antes de ser privados del privilegio de poder seguir matando todos los peces que la normativa les permita, o incluso retorciendo en lo posible la normativa para matar incluso más.
Y a mi ya me han entrado ganas de que terminen de una vez por todas con el dichoso salmón, que total a casi nadie le importa. Con el oso surgió cierta conciencia social de su importancia como símbolo de nuestra fauna que hizo que se tomasen medidas para protegerlo y que hemos visto que poco a poco han ido dando sus frutos, si bien todavía falta mucho para que el oso vuelva a ocupar el lugar que me corresponde tanto en número de ejemplares como en la distribución del territorio osero.
Con el urogallo, menos que con el oso, pero también hay quien está haciendo lo posible para no perder otro símbolo de nuestra fauna, si bien en el caso del urogallo su supervivencia como especie resulta incluso más compleja que el caso del oso.
Y en cuanto al lobo, afortunadamente en muchas zonas parece que se ha ido recuperando un poco, aunque todavía falta mucho por hacer, y se enfrenta a muchos más enemigos que el oso o el urogallo, que no van a cejar en su empeño tratando de frenar su recuperación.
Pero ¿Y el salmón? ¿No habría sido ya hora y tiempo suficiente para que hubiese surgido una mínima corriente social que muestre alguna preocupación por su conservación?
Pues puedes ponerte en cualquier calle de cualquier ciudad o pueblo asturiano, gallego, cántabro, navarro o de donde sea, preguntando a cada transeúnte por su grado de preocupación respecto a la conservación del salmón o su grado de conocimiento respecto a la situación en la que se encuentra, y seguramente el 90% de los transeúntes a los que preguntes te dirá que ni lo sabe ni le importa.
Así que entre transeúntes absolutamente desinteresados, acumuladores de excedentes dispuestos a acabar con todo e ignorantes representantes políticos que piensan que el agua de los ríos que termina en el mar se está derrochando o desperdiciando, vale más olvidarse de todo esto porque para lo único que sirve preocuparse es para terminar haciéndose mala sangre por algo que nadie con capacidad de influencia o decisión tiene intención alguna de solucionar.