Leído así, el título de esta entrada, podría llevar a pensar en aquello de lo del “mecanismo de un botijo”, pero en realidad es algo un poco más elaborado.
Un poco.
No mucho.
Si has leído otras cosas que con los años he ido publicando por ahí, incluso alguna en esta misma web, ya sabrás que soy un firme convencido de que la mosca es mucho más importante para el pescador que para el pez.
Creo que la confianza es lo que hace que yo pesque con unas moscas, alguno de mis amigos con moscas completamente distintas, y que si pescamos el mismo tramo a la vez, pesquemos todos más o menos lo mismo.
El más o menos hay que tomarlo con la debida precaución, ya que algunos son mucho mejores pescadores que yo. Esos están en el más. Hay otros a los que quiero mucho pero que son malos como el hambre, y estos están en el menos.
Es curioso como si los juzgásemos por lo que aparentemente se divierten, diría que los que están en el menos se lo pasan en el río muchísimo mejor que los que están en el más. Pero mejor no juzgar por las apariencias. Y, además, esto sería tema de otro artículo.
Como decía, para mi la confianza es la clave.
Y en mi caso, confío en moscas oscuras pequeñas y sin brillos. Mejor dicho: muy pequeñas. Minúsculas. Diminutas.
Pero como hace años que esas ya no las veo, no me ha quedado otra que pescar con moscas que no me gustan. Con postes horteras y cosas de esas. Un horror. El resultado: cada año me cuesta más pescar.
Pero no porque las moscas no funcionen. Tengo amigos que usan de esas y son de los que están en el más.
El problema está en que yo no confío en ellas. Y las miro cuando bajan por el río como si estuviese en uno de esos restaurantes japoneses que tienen una especie de cinta transportadora que te va pasando platos por delante del gaznate. Y siempre ves algún cuenco que al pasar piensas: “¿Quién demonios se va a comer eso?”.
Pero a la siguiente vuelta ya no está, así que hay quien se lo come.
Pues con las moscas me pasa un poco lo mismo.
Las veo bajando por el río y pienso quien coño se las va a comer. Luego, de repente, sube un pez, que lógicamente me coge en bragas, y lo pierdo. Si estoy solo no hay problema. Si tengo algún amigo cerca siempre puede comentar aquello de... "las están rechazando".
Todos hemos visto moscas en las redes sociales, en la caja de algún amigo o conocido o en alguna tienda que nos han hecho pensar: “¿Cómo demonios consigue alguien pescar con ese engendro?”.
Pues la cosa es que pescan.
A ver, partimos de la base de que nadie es imbécil. Si no se pescase con ellas, no las usarían. Y menos aun pondrían fotos en ningún lugar público o enseñarían las cajas con todos sus engendros.
Sí, ya sé. Seguro que hay alguno por ahí que lleva alguna caja con moscas malas solo para enseñar.
La caja para enseñar. Pasar horas y horas en el torno solo para hacer moscas malas y llenar una caja que luego es la que vas a enseñar si te lo piden. Solo la idea me atormenta. Que pérdida de tiempo tan enorme.
Yo no conozco ningún caso, pero a juzgar por una situación que he vivido varias veces, imagino que hay quien lo hace.
La situación: “Venga, déjame ver que secas llevas en la caja”. Abro mi caja, las enseño y obtengo por respuesta: “Ah, pero esas no, a mi enséñame las de la otra caja, las buenas”.
Aquí nunca sé bien que responder porque generalmente llevo una sola caja al río. Es cierto que tras haber vivido esta situación varias veces uno ya va hilando, y lo que pasa es que esperaban ver una caja llena de efémeras con todas las tintadas mágicas de La Paleta, Gütermann o Ray. Y lo que se encuentran son cuerpos en cdc retorcido, liebre, quill de pavo o dubbing de polipropileno o kapok.
La parte buena de esto es que hace años que aprendí que llevando unas cuantas efémeras de esas en seda, cuando regalo moscas en el río, siempre se me llevan de esas, así que me dejan en la caja las que me gusta usar a mi.
A continuación las atan a su terminal, dejo que arranquen río arriba y tiren delante de mi, y resulta que pescan.
Centrándonos en la psicología: casi diría que cada pescador tiene unas exigencias concretas para cada una de sus moscas. Luego veremos ejemplos, pero por adelantar algo: el color del cdc para las alas, el largo de las alas, tórax con brillos, tórax sin brillos, anzuelos de estos o de los otros, el quill de pavo barnizado, sin barnizar…
Mil variables.
Tantas como pescadores a mosca hay en el mundo.
Permíteme dudar de la capacidad que pueda tener una trucha para comportarse según razonamientos tan elaborados.
A la mosca le dedicamos toda la atención del mundo. Luego vamos por el río como dinosaurios saltando de piedra en piedra interpretando la partitura de percusión de un villancico con los clavos de la suela de las botas repicando en cada piedra.
Como se transmita el sonido bajo el agua y si estamos así espantando peces o no, lo mismo nos da. Lo importante es que el barniz que hayamos usado para la emergente en quill de pavo que nunca falla sea de poliuretano aglutinante, secado lento 24-48 horas y con un índice de absorción del 70%. Es decir, hacen falta dos capas.
Tardas cuatro días en tener la mosca lista.
Y a lo mejor cuatro minutos en perderla en una rama.
Pero estas son las cosas que importan. Moverse por el río sin espantar a los peces, no. Eso da igual. Lo importante es que el Gütermann de turno sea de una tintada que solo hicieron entre marzo de 1922 y febrero de 1923, cuando comprar una bobina de seda costaba 4000 millones de marcos, y Fräulein Großkopf en la fábrica de Gutach im Breisgau equivocó la proporción de un verde y salió un oliva desvaído que nunca jamás han podido volver a repetir.
¿Y por qué nos importan estas chuminadas? Porque nos dan seguridad. Nos dan confianza.
El pez seguro que se preocupa más por esos pasos que se van acercando con un molesto tintineo provocado por el repiqueteo del metal sobre la piedra. Pero a nosotros no. A nosotros lo que nos preocupa es la tintada de Gütermann. O que el hackle lleve tres colores mezclados.
O que los tricópteros de becada lleven tres plumas. Ya sabéis, si llevan dos no pescan. Si se pone un bajo-ala de cdc tampoco.
Yo sigo dándole vueltas al motivo por el que las plumas de culo de becada se montan con el moteado hacia arriba y la parte donde el moteado está menos marcado hacia abajo, cuando el pez ve la mosca desde abajo.
Sí, sí. Ya sé. Hay plumas de becada maravillosas donde el moteado es casi igual por ambas partes, pero no todas son así.
¿O es que los que ponen tres plumas ponen la de abajo del revés? ¿Con el moteado hacia abajo?
Eso tendría más sentido. Aunque a los dos que conozco que les meten siempre tres plumas, la pluma de abajo simplemente hace de guía para que las otras dos se apoyen sobre ella manteniendo más fácilmente la forma de tejadillo. Pero no la atan "del revés".
Nada, cosas mías. Como no encuentro respuesta que me deje satisfecho, sigo usando para los tricópteros riñonada en pardo tostado, que da igual por el lado que lo mires, es pura magia desde todos los ángulos.
Otro ejemplo. Cada año que toca el Nacional en el Piloña me llegan una o dos docenas de mensajes como este:
“Oye, hazme las de siempre, pero acuérdate que son para el Piloña eh, todo igual, pero con una vuelta de cuello de gallo vivo de León en el tórax, que así van más altas”.
No sé quien fue el primero que pensó en lo de la vuelta del gallo vivo.
Yo cada vez que llega ese momento hago unas cuantas así para mi y voy al río. Realmente soy incapaz de apreciar eso de que flotan más altas. Si fuese una vuelta de cuello o colgadera genéticos americanos, todavía le daría otro par de vueltas. A la idea, no al hackle.
Pero una vuelta de una pluma blandita como son las de los cuellos de los gallos vivos de León… No acabo de verlo.
“Es por la huella”, te dirán…