Todo el mundo conoce la Dama de Elche. No sé si todo el mundo conoce la Dama de Baza.
En cambio, existe una curiosidad sobre la Dama de Baza que llama poderosamente la atención: conserva parte de su colorido porque cuando fue descubierta a uno de los arqueólogos se le ocurrió rociarla con laca.
Sí, sí. Con laca de peluquería. Fijación extra fuerte. Ya sabes que la laca fija el color. Remedio casero para muchos aficionados al dibujo.
A cualquier arqueólogo actual, si se le propusiese utilizar laca para fijar el color de cualquier resto recién descubierto, así, sin más, seguramente le daría un patatús.
Teniendo en cuenta las salvajadas que se hacían en Arqueología por aquella época, años 70, digamos que la ocurrencia de utilizar laca así, a lo loco, no es de las peores cosas que podrían haber ocurrido.
El caso es que las cosas van avanzando, el conocimiento cada vez está más al alcance de la mano y cosas que en los 70 se podían ver normales, e incluso parecer una gran ocurrencia, hoy en día nos harían echarnos las manos a la cabeza.
Esto pasa en casi todas las áreas de conocimiento, excepto en la pesca con mosca, donde muchos de los postulados, ideas y ocurrencias de los 70, de los 80 e incluso de los 90, siguen fijadas en la mente de muchos pescadores como si se tratase de ley grabada en piedra.
¡Qué demonios! Incluso ideas de hace un siglo siguen vigentes sin haber recibido la necesaria revisión crítica que tanto bien hace en todos los sentidos.
Vamos a ir viendo algunos ejemplos de vez en cuando, pero esto sí que voy a separarlo en diferentes entradas en el blog porque si las concentro en solo una, nos iríamos a muchos miles de palabras, y la cuestión aquí es entretenerte un rato, no que vayas dando con el dedo para abajo en el móvil para ver cuanto queda mientras piensas “¡pero cuánto ha escrito hoy este pesao!”.
Bien. Dicho esto, uno de los libros que ha marcado a toda una generación de mosqueros, incluso a muchos que ni siquiera lo han leído, es “La trucha selectiva” de Swisher y Richards.
Como he dicho otras veces, y lo pienso así de verdad, vayan por delante todos mis respetos a cualquiera que se ponga a escribir un libro de lo que sea, tarea que he empezado varias veces y que jamás he podido culminar.
Ahora bien, si entre todo el contenido del texto, se te ocurre meter esto, alguna cosa se te puede criticar:
"Para nosotros, disponer de la imitación correcta en una eclosión determinada es cien por cien más efectivo y más satisfactorio que intentar pescar con algo «casi parecido». La mosca correcta es aquella que se asemeja a la natural tanto que la trucha parece preferirla más que al insecto real".
Agárrate ahí: "parece preferirla más que al insecto real".
O sea, van derivando docenas, o cientos, de moscas reales, vivas, con movimiento y sin un cordel atado a la boca ni un gancho asomando, pero la trucha prefiere tu imitación correcta antes que las naturales a las que imita.
Es tremendo.
Sobre todo teniendo en cuenta que la obra se llama “La trucha selectiva”. La trucha selectiva elige antes una mosca artificial que una natural. ¡Olé ahí!
Pero vamos por partes.
Punto número uno: lo primero que afirman es que lo más satisfactorio es pescar con la imitación correcta. Y lo más efectivo.
Menos mal que justo antes dicen "para nosotros".
Para mi lo más satisfactorio es pescar siempre con la misma mosca, así no tengo que andar pensando ni cambiando de mosca y puedo concentrarme en disfrutar del entorno, la presentación, las reacciones del pez... Y no en si la imitación es exacta o deja de serlo.
Y ese "para nosotros" prácticamente invalida todas las explicaciones de ese capítulo, el primero del libro, que se llama "Ciencia y selectividad".
A ver, si es ciencia, el "para nosotros" va justito. Si por algo se define la ciencia es por la utilización del método científico, es decir, plantearse preguntas, realizar investigaciones, plantear hipótesis, probar esa hipótesis, analizar los datos, obtener conclusiones, comparar los resultados...
Si es ciencia, no es para vosotros, deberían ser hechos probados y demostrados válidos para todo el mundo, que se puedan demostrar, comparar los resultados obtenidos por otros investigadores, etc.
Alguno dirá que incluso dentro de la ciencia se cometen errores. Efectivamente. Y algunos bien gordos.
Pues imagínate cuando no hay ciencia sino un "para nosotros". Y ese "para nosotros" a la larga se va convirtiendo en una afirmación que muchos otros hacen. Es cierto, yo no he oído nunca a nadie más decir que las truchas tomaban sus moscas con preferencia respecto a las naturales, pero sí la idea de fondo de clavar absolutamente la imitación.
Si en lugar de "Ciencia y Selectividad" hubiesen titulado el capítulo como algo así: "Apreciaciones subjetivas sobre la selectividad de las truchas", sería otra cosa. A mi me parecería un disparate igualmente decir que una trucha prefiere la imitación que la real, pero eso sería también otra apreciación subjetiva mía.
Punto número dos: "disponer de la imitación correcta".
Y digo yo: ¿Quién decide que una imitación es correcta? ¿Ellos otra vez? ¿El pez? ¿Por consenso general? ¿El Constitucional? ¿El Supremo? ¿Wyoming en el pico de la mesa?
Juzgar con nuestros ojos lo que puede ser correcto o incorrecto a los ojos del pez es algo que todos hemos hecho, y lo hemos hecho mal. No es posible decidir lo que es correcto o incorrecto, cuando todos hemos visto truchas que subían a comerse los nudos del bajo, un indicador flúor de aquellos de pasta tipo plastilina que ni recuerdo el nombre o una colilla flotando por el medio del río.
Recuerdo estar el siglo pasado en el puente viejo de Panes tirando monedas de dos pesetas al río y ver salir reos como mi pierna de grandes a por ella como si estuviesen locos. Ya, ya… Ya sé que eso era echar mierda al río. Eran otros tiempos y bastante que alguno ya hacíamos lo posible por evitarles el desnucamiento después de la captura.
Como el depredador oportunista que la trucha es, si se pone algo a tiro que pudiese ser comida, y si no detecta ningún peligro acechando, lo normal es que el pez muerda a ver qué coño es eso.
Y si una vez mordido no cumple unas mínimas condiciones de textura, sabor o las que sean -ellas sabrán-, lo normal es que lo escupa.
Luego es que somos la leche. Veía no hace mucho una foto comparando un insecto real con una imitación montada en un anzuelo, supuestamente una imitación fiel en extremo a la realidad, e indicando que el tamaño correcto del anzuelo era el 20, y solo con comparar en la foto insecto e imitación, se veía que para ser fiel a la realidad en el tamaño haría falta que fuese un 24 o incluso un 26.
Y esto ya sin entrar en comparar las delicadas alas de una efémera con un mechón de cdc separado en dos en forma de V.
No sé cómo ven los peces, pero desde luego a mis ojos aquello no se parecía en nada al insecto real fotografiado al lado de la imitación. Por eso a veces digo que estamos dando por bueno lo que ven nuestros ojos, y puede que las truchas en ocasiones vean cosas muy diferentes.
Y ahora viene mi favorito. El punto número tres: "La mosca correcta es aquella que se asemeja a la natural tanto que la trucha parece preferirla más que al insecto real".
Te cagas.
Las truchas prefieren la imitación antes que la mosca real.
Es una mosca tan bien hecha, tan perfecta, que es incluso mejor que las naturales.
¡Pero si hasta sabe más rica!
¿Te imaginas lo que sería que existiese una mosca así?
Porque claro, es absolutamente falso que estos buenos hombres hayan pescado jamás con una mosca que las truchas se la coman y la prefieran antes que cualquier insecto real.
Si existiese una mosca así, todos la usaríamos. Y haría la pesca tan aburrida que la mayoría ya habríamos cambiado de hobby.
Piensa en una competición. Todos con la misma mosca. Las truchas enloquecidas lanzándose a por ella desde distancias de cinco o diez metros. Truchas de tres o cuatro kilos saliendo de sus escondrijos a tres metros de profundidad en cuanto sospechan que esa mosca que las vuelve locas se acaba de posar en el cabecero de su pozo. Mangas de dos horas y 90 peces por manga y todo el mundo pescando con la misma mosca...
No hay ninguna mosca así. Ni la habrá.
Y curiosamente, si pensamos en moscas que podrían acercarse a esa condición de infalibilidad, ninguna de ellas es la imitación exacta de ninguna especie, ya que entre las que más podrían aproximarse podríamos nombrar la MP81, los Woolly Bugger o la Adams.
Seguro que hay más, pero nombro tres conocidísimas. Y si bien es mucho decir que las truchas las prefieren antes que las naturales, sí es cierto que estas tres pescan casi siempre que las utilizamos.
Yo soy un firme convencido de que para que una trucha tome una mosca, la única condición indispensable, es que simplemente en ese momento esté más preocupada por comer que por no ser comida.
Pero es posible que ni siquiera esta condición se cumpla siempre. Si una trucha ataca por territorialidad a un streamer o a una cucharilla, quizás en ese momento esté más preocupada de no ser comida que de comer, y aun así puede producirse la picada.
Para todo lo demás podemos crear mil teorías, hablar de las truchas como si fuesen los Siete Sabios de Grecia, otorgarles infinita capacidad de discernimiento e incluso una vista capaz de diferenciar los colores como si fuesen una guía Pantone viviente.
Lo malo de todas las teorías que vayamos creando es que, luego, en el río, la naturaleza se encarga de echarlas todas abajo y hacer que muchas veces no sirvan para nada.
Bueno, para nada, no... Nos sirven de entretenimiento en las tardes de invierno, ¡que no es poco!